Reykjavik, Þingvellir, Geysir y Gullfoss...8 de agosto de 2009

Nos levantamos después de una noche lluviosa y luminosa, corroborando que en verano es de día 24 horas, y fuimos a desayunar. El hotel tenía un buen buffet libre (huevos, baicon, salchichas, zumos, leche, cereales...) que nos dejó saciados. Cerca de las 8:30 salimos bajo la lluvia a recoger el coche que habíamos alquilado con Geysir, la empresa más barata que encontramos, por 15 días. Nos demoramos en hacer la reserva y ya no quedaban 4x4 a buen precio, así que nos quedamos con un Toyota auris por el que pagamos 1288 €.
La agencia quedaba cerca del hotel así que fuimos andando y encontramos la calle rápidamente, peeero se acabaron los números y llegamos al mar y no apareció la agencia. Sólo teníamos la confirmación de la agencia y la dirección y teléfono que aparecían en la web.
Mirando con detenimiento descubrimos que la dirección era de otra ciudad, pero no sabíamos cuán lejos estaba. Preocupados volvimos al hotel y entramos en la Oficina de Información que estaba al lado a preguntar cómo podíamos llegar a la agencia. La chica nos explicó que esa dirección pertenecía a Njarðvik, una ciudad cercana a Keflavik, y las opciones para llegar eran: ir en taxi (unos 60€), tomar el autobús que salía a las 14:30 o tomar el flybus de las 12:30 al aeropuerto y desde allí coger un taxi.
El problema era que la hora de recogida era a las 9 de la mañana y ya se nos había hecho tarde. La chica muy amable llamó a la agencia y salió el contestador, algo que nos preocupó más. Ya en el hotel enviamos correos a la agencia explicando la situación y que llegaríamos tarde. Recogimos las maletas, entregamos las llaves del hotel y preguntamos en la recepción cómo llegar a la agencia. El chico nos explicó lo que ya sabíamos y llamó nuevamente a la agencia, pero esta vez dejó un mensaje en islandés y nos pidió que esperaramos mientras el comía (según nos dijo tenía mucha hambre) a ver si teníamos noticias. La espera se nos hizo eterna y finalmente el chico volvió de comer y llamó por teléfono consiguiendo hablar con el responsable de la agencia y comunicándole que nosotros iríamos en autobús y estaríamos allí cerca de las 14:00.

Ya más tranquilos nos fuimos en taxi a la estación de autobuses. Miguel preguntó cuál era la vía más rápida para llegar a Njarðvik y otra vez los amables islandeses nos ayudaron. La chica, sin pedírselo, llamó a la agencia (estos ya estarían hartos de nosotros) y dijeron que el coche nos lo llevarían al aeropuerto, así que sólo nos quedaba tomar el flybus que salía en media hora. En el aeropuerto nos encontramos con la chica de la agencia y por fiiiin nos subimos al coche que resultó ser un Hyundai I30, similar al que teníamos contratado.
La primera parada fue en el Bonus, un supermercado barato donde compramos lo que necesitaríamos para desayunar y cocinar los próximos días. Nuevamente hicimos el camino del día anterior hacia Reykjavik por la Ring Road, que es la carretera principal que da la vuelta a la isla. Normalmente la gente hace la vuelta en sentido antihorario, pero nosotros decidimos hacerlo al revés, empezar viendo el oeste y el norte antes de que empeorase el tiempo con el avance del "verano islandés" y las carreteras fueran intransitables para nuestro coche.
Como era muy tarde para avanzar por el oeste, decidimos visitar el llamado círculo de oro formado por Gullfos, Geysir y Þingvellir. Paramos justo a la entrada del Parque Nacional de Þingvellir, en el lago Þingvallavatn, el más grande de Islandia, que posee dos islotes que en realidad son cráteres volcánicos.

La importancia del parque viene dada porque aquí se encuentra la falla que divide las placas tectónicas Euroasiática y Americana y fue el lugar donde se constituyó el Parlamento Islandés (Alþing), considerado la primera asamblea popular de Europa. Recorrimos la falla Almannagjá que sigue desplazándose anualmente y por la que corre el río Öxará. En este río, específicamente en el lugar llamado Drekkingarhylur (piscina de ahogamientos) las mujeres infractoras de la ley eran ahogadas.
Al otro lado del río se levanta la granja Þingvallabær donde antes hubo una granja privada que alojaba a los representantes del Alþing y en la actualidad acoge, en algunas ocasiones, a miembros del gobierno. Al lado de la granja, la iglesia Þingvallakirkja de 1859, que sustituye a una de las iglesias cristianas más antiguas de la isla.

Continuamos por la carretera que comenzó a convertirse en un camino lleno de piedras que lleva hasta Geysir. Una vez allí paramos a merendar algo dentro del coche mientras caia una lluvia torrencial que nos hizo seguir camino hacia la cascada Gullfoss. Gullfoss significa cascada de oro, por el reflejo de los rayos de sol en el agua pulverizada. Nosotros no tuvimos sol, nos acompañó una llovizna constante, pero igual disfrutamos la grandiosidad de este salto de 32 metros.
En los primeros años del siglo XX se quiso contruir una central hidroeléctrica en este lugar, pero Sigríður Tómasdóttir, una granjera vecina, amenazó al Alþing con suicidarse lanzándose a la cascada y por esta razón hay un monumento que la recuerda.

Retomamos el camino de Geysir, un área geotérmica llena de surtidores de agua caliente o géiseres. El más importante de ellos, el Gran Geysir, entró en actividad alrededor del siglo XIII expulsando un chorro de 60 metros de altura. Los visitantes de la época acostumbraban a echar piedras y jabón para provocar la erupción hasta que perdió su fuerza y actualmente sólo se siente el agua burbujear en la superficie de su pozo de 20 metros de profundidad.
El paisaje esta lleno de pozos de agua hirviendo y sólo uno de ellos el Strokkur, explota cada 5 minutos con su chorro de 20 metros que a veces no cabe en el marco de la foto.

Estuvimos allí un buen rato con la cámara preparada para el gran momento, que al final siempre te sorprende.
Eran las 10 de la "noche" y parecían las 5 de la tarde, así que volvimos hacia Þingvellir en busca de un camping que antes habíamos visto al lado de la carretera.
El responsable del lugar ya no estaba así que no pudimos pagar y decidimos instalar nuestra tienda, ducharnos y preparar la cena: un fantástico arroz a la parmesana "de sobre" que traíamos desde Barcelona. El camping estaba muy bien montado, con duchas de agua caliente, baños muy limpios y un lugar para cocinar que usamos sólo para fregar los platos. Nos fuimos a dormir con frio y noche clara.




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